El patrón respiratorio lo hacemos sin pensar, simplemente tomamos el aire y luego lo botamos, cada uno a su estilo. Cuando estamos apurados, angustiados, en peligro o arrancando de algo, generamos un patrón respiratorio costal alto, es decir, utilizamos la zona alta de las costillas, levantando los hombros al tomar el aire y sintiendo que el pecho se mueve, como si arrancáramos de un perro que nos quiere morder. El sistema simpático se dispara. Este patrón está perfecto, siempre y cuando sea por poco tiempo y yo esté realmente en una situación de alarma o preparándome para entrar en acción (igual que un animal cuando arranca de un león). El problema está cuando tenemos este patrón respiratorio la mayor parte del día, cuando nuestro estado normal es respirar elevando los hombros, tensando el cuello.
Toma conciencia de tu patrón respiratorio, ¿dónde se va el aire cuando inhalas? Si la respuesta es al pecho, pregúntate ¿de qué arrancas?, ¿qué situación te tiene en estado de alarma? ¿algo te angustia?, ¿quién representa un león para ti?. Es asombrosa la relación que existe entre el cuerpo y las emociones.
Ahora intenta respirar relajando los hombros, al tomar el aire infla tus costillas inferiores hacia los lados y hacia atrás (como un acordeón) y al botarlo, contrae tus abdominales como si te pusieras una faja.
Puede que al principio te sientas como un robot, que no te salga tan natural, pero ya verás como poco a poco comienza a ser un hábito y sentirás un gran alivio en el cuello y la cabeza.
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